En un Starbuck
- ¿Qué es este sitio? – preguntó la inspectora.
La muy pesada no se despegaba ni con agua caliente. Me
había seguido hasta mi loft y me fastidió mi plan de huida. Tenía pensado dejar
todo lo sucedido con ese ladrón, el medallón y los planes de mi padre a un
lado. Ella dijo que podía recompensarme
si le ayudaba, limpiaría mi expediente y nadie sabría de mi existencia. Si eso
sucediera, yo podía hacer de nuevo lo que me apetecería, un nuevo orden mundial
o algo parecido. Todas las almas que quisiera y cuando quisiera. No podía
rechazar esa oferta.
- Este es uno de los mejores locales de España. Lo lleva
un viejo druida.
- ¿Los druidas no se extinguieron?
- todos menos éste. Me vendió su alma a cambio de la
inmortalidad. Se la concedí por que hace los mejores cocteles.
Abrí la puerta del local y mi cara de ilusión por
probar esos cócteles se desvaneció. El pub clandestino que antes fue, se había
convertido en una cadena de cafeterías. Un maldito Starbucks. Parecía una
broma, ya no quedaba de esas diablesas salidas que bailaban en la barra, los
hombres capaces de hacer cualquier cosa por un trago, vampiros, brujas ni
cazadores de sombras. No podía describir todo mi cabreo por ver aquello. Para mi
sorpresa el maldito druida estaba tras la barra con ese gorrito verde tan ridículo. Fui directo hacia él.
- Un suspiro de agonía. – dije pidiendo mi coctel
favorito. La cara del viejo empalizó.
- ¡Ba…Balam! Creía que estabas….
-¿Muerto? Me cago en tus mil madres. ¿Qué es lo que
has hecho con este sitio? – comenté enfurecido.
- La gente le gusta los Starbucks. Los tiempos
cambian y necesito dinero para vivir. – se explicó el druida.
- Balam, está claro que aquí no encontraremos nada. Vayámonos.-
dijo la detective Laura cogiéndome del brazo e intentando que dejara en paz al
viejo.
- ¡Esperad! Buscáis información, ¿no?- habló el
druida antes de que saliéramos de allí. – Venid por aquí. – nos indicó una
puerta que daba al interior de la barra.
Lo seguimos entre sus estanterías con cajas de café
y vasos de cartón verdes. Llegamos a una cámara frigorífica y la abrió. Sorprendentemente
no encontramos más cajas de café o helados, sino un bar más oscuro y abarrotado
de criaturas de la noche. Ese era el local que recordaba. El anciano era un
tipo listo y había ocultado a la vista de todo el mundo un pub donde casi todas
las consumiciones serían ilegales a las leyes de los humanos. Se podía beber
desde sangre de una virgen a saborear la sube textura del cerebro de un hombre.
Hasta el hedor a sudor y a opio, en el ambiente era el mismo que recordaba.
- Has tenido suerte. Ya iba a acabar con nuestro
contrato. – asusté al druida.
- Venga, tómense algo, invita la casa. – sonrió para
hacerme la pelota.
Al cabo de unas cuantas copas la valkiria comenzaba
a tambalearse a causa del alcohol. No veíamos nada que nos llamara la atención
y así averiguar algo del ladrón. A decir verdad, casi todos lo que estaban allí
podría ser sospechoso. Sólo me quedaba hacer una cosa. Tenía que usar un
regreso para averiguar la esencia del ladrón del medallón y así saber si estaba
allí.
Cerré los ojos e intenté recordar todo detalle de la
noche del museo. Su silueta atravesó de los oscuros cristales. La mínima
fragancia de su sudor en los pasillos mientras corría tras él. La forma que rompió
los cristales de la ventana. Tenía algo y sólo podía ser unas pocas personas de
este lugar.
De un trago terminé mi copa y pedí otra. Conforme me
la rellenó el camarero me la bebí. Ahora estaba entonado, nada como un poco de
alcohol para alimentar mi valentía. Me fui
directo a una de las mesas en la que había sentados dos hombres y una mujer. Cuatro
sillas y tres ocupadas.
- ¿Quieres algo amigo? – dijo el tipo que abrazaba a
la mujer. –ella era una humana que seguro buscaba la forma de ganarse unos
cuantos euros para un pico. Ellos dos lobos.
- De vosotros nada. Lo que necesito se lo diré a él.
– me refería a la persona que se ocultaba en las sombras. La silla, que aparentemente
estaba vacía, la ocupaba el ladrón. En ese momento se dejó ver. Un chico aparentemente
veinteañero, delgado y con un flequillo que retaba a la gravedad.
- Eres bueno. No esperaba menos de un príncipe.
- Corta el royo. ¿Dónde está el medallón? Y que no
se te ocurra mentirme o te saco las tripas y se las doy a tus perros para
comer. – le dije yendo al grano.
Él no contestó sólo hizo un gesto a sus lobos y
ellos se levantaron tirando la mesa al suelo. Sus ojos demostraban lo que eran
y el que abrazaba a la drogadicta se lanzó hacia mí. Me cogió del pecho y me
lanzó por los aires. Me agarré a la lámpara de araña y me balanceé hasta volver
con ellos. Le di un puñetazo a uno de ellos y al otro una patada en la pierna. Éste
cayó al suelo y le agarré de la cabeza e intenté arrancársela de cuajo. No pude,
pues el otro lobo me agarró por atrás y me mordió en el hombro. Ya no recordaba
el dolor que puede hacer sus colmillos. Metí mi mano en mi cinturón y disparé
mi arma. Acerté en su estómago y su gruñido era más ruidoso que mí revolver. Desenfundé
y disparé a su compañero, al que tenía retenido de rodillas. Una bala como las
que tengo, en su cabeza, no lo podría contar por muy fuerte que sea. Me di la
vuelta y volví a disparar pero esta vez no ocurrió nada. No tenía más balas, no
recordé en cargarla antes de salir de casa. El lobo se transformó pero no le dio
tiempo a hacer nada. La valkiria vació su cargador en el pecho de éste.
Miré al ladrón de sombras y este seguía asustado en
su silla. Seguro que se había cagado encima y no se podía levantar.
- El medallón. – le exigí.
- No lo tengo. Se lo di al tío que me contrató.
- ¿Quién es?
- Erick. El rey Erick. – Contestó aterrorizado. Me puse
los guantes y me di la vuelta. Ya teníamos el dueño del medallón. Ese tal rey Erick.
Ahora sólo quedaba ir a por él, matarlo y coger el medallón de sus frías manos.
Pero antes de irme me giré soltando mis hilos y descuarticé a ese asqueroso. Así
no podría avisar de nuestras intenciones.
Describes a la perfección la escena, hay intriga y además, ese bar... donde las reglas no existen... Y me quedo pensando que trama Erick ahora que lo conozco....��
ResponderEliminar¡Erick! ¡Es el rey Erick! ¿Es quien yo creo? ¡Uuuuuh! Ahora saltará Jaguar a la palestra y se unirá al descuatizamiento generalizado jajaja
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