viernes, 31 de octubre de 2014

No abras la puerta por la noche


No abras la puerta por la noche.
Especial Halloween


        Preparaba mi fiesta de inauguración. Era todo un pionero entre mis amigos. Con tan solo veintitrés años era una persona independiente y hoy sería mi primera noche en mi piso de alquiler. Un chico soltero, camarero en una pequeña ciudad de Andalucía. Vivía en la misma ciudad que mis padres pero yo preferiría saltar del nido y comenzar a volar por mi cuenta.
Primera Noche
9:00 –
        Todos mis amigos vinieron con la intención de que la noche sea inolvidable. La música tronaba sin preocupación de molestar a los vecinos, era un edificio antiguo y sólo vivían una anciana que estaba totalmente sorda o eso parecía. La cerveza fluía y unas cuantas amigas bailaban sin tacones. Era la fiesta que siempre imaginé. Una de esas que sólo parece celebrarse en las películas americanas.
03:00-
  Solo y tirado en el sofá, aun escuchaba el pitido de la música en mis oídos. Todo el mundo se había ido a sus casas y yo ahora estaba dando tiempo a mi cuerpo a que se recuperara lo suficiente para poder dormir sin que todo me diera vueltas. Es curioso lo silencioso que el piso a estas horas. Miraba la mesa y me arrepentía de haber celebrado aquella inauguración. Tenía que limpiarlo todo pero ya me encargaría por la mañana.
3:30-
Me desperté con una extraña sensación de frío parcial. De esas que solamente tienes frío por un sitio determinado. En este caso era mi costado derecho. Tras la puerta de la entrada se escuchaba como si un perro olisqueara para identificar quien vivía aquí. Era la señal de que me fuera a mi cama y descansara. Entré a mi cuarto y me quité la ropa como pude.

Segunda Noche.
10:00-
- Pizza.- Contesté a mi hermana mayor. Ella se preocupaba por lo si estaba comiendo sano. La verdad era una de las cosas que menos me preocupaban. – la noche fue tranquila. – la conversación con mi hermana la típica que se podía tener con ella. Siempre las mismas preguntas y su tono de desaprobación con todo lo que le comentada. Mi comida, mis horarios de salidas, mis encuentros con distintas chicas. Ella se preocupaba por mi “mala vida”.
Llamaron a la puerta y me despedí de mi hermana mientras iba a ver quien era. Al abrir, la anciana del piso de abajo estaba allí. Mirándome con sus ojos marrones azulados y sus ropas negras. Era la típica anciana enlutada, con la cara arrugada y con pocas ganas para llevarse bien con su único vecino.
- Hola. –dije.
- ¿Has visto a coyote?- me preguntó la anciana.
-¿Coyote? Es su perro ¿no?- menudo nombre le había puesto a chucho. Mi vecina no dijo nada solo se quedó mirando se inclinaba disimuladamente para ver dentro del piso. Cerré la puerta lo suficiente para que ella no pueda ver nada. Nunca me gustó que nadie me cotilleara.
- No abras la puerta a nadie por las noches aunque él te engañe para hacerlo. –se me puso la piel de gallina. ¿De qué estaba hablando? ¿Quién era él? Seguro que son delirios de una anciana chocha. Le di la razón como a los locos y entré en casa.
Me senté de nuevo para seguir cenando pero no quedaba nada de la pizza. Juraría que solo me había comido una porción. Pero al ver que no había nada más en el plato ya dudé si me lo había comido.
03:00-
Escuchaba un extraño ruido en el salón. Me levanté de la cama y di la luz. fui por el pasillo hasta el allí. Al entrar en el salón vi dos ojos que brillaban. Me miraban fijamente, como si le hubiera descubierto haciendo algo. El corazón me dio un vuelco al verlo y di la luz casi por casualidad. Allí no había nada. Supongo que fueron alguna luz que se había colado por la ventana.
¡Din don! El timbre sonó como si fuera un trueno en la noche. Di un salto y miré extrañado hacia la puerta. ¿Quién podría ser a estas horas? Mi familia no podría ser. Ellos me llamarían en caso de emergencia. ¿Podría ser la anciana? Fui hasta la entrada y miré por la mirilla. Veía a la anciana agarrada a una especie de manta que le tapaba del frio. Estaba vestida con un camisón y parecía nerviosa.
- ¿Le ocurre algo?- Dije sin abrir la puerta. La verdad es que la anciana me ponía de los pelos de punta.
- Coyote está en mi casa. No sé cómo ha entrado.
- Eso está bien, señora. Ya tiene a su perrito.
- No es mi perro y viene a por mí. Abre la puerta. ¡Corre!- la verdad es que me estaba asustando. Un perro suelto por el bloque. La anciana debe estar aterrorizada si ha tenido que salir de su casa y subir hasta aquí.
Abrí la puerta y mi vecina entró en casa empujándome incluso. Cerré la puerta y sentí casi al mismo tiempo como algo aruñaba la puerta.
3:15 –
Le di un té caliente. La anciana temblaba y balbuceaba. Sus manos arrugadas sujetaba el vaso. Me senté a su lado sin saber que hacer. Un perro, al parecer peligroso, estaba en la casa de la señora. Buscaba a través de mi móvil el número de alguna perrera. Todos los números estaban comunicando. Eran las tantas de la mañana y ninguna perrera esta operativa.
- Señora. Al parecer las perreras no abrirán hasta mañana. Si quiere, puede dormir aquí. ya mañana lo arreglamos. -Le propuse intentando ser buen vecino.
- Gracias. Ojalá todos fueran como tú. –contestó la anciana. – pero te dije que no abrieras la puerta a nadie a estas horas. –comentó. Arqueé las cejas intentando ser simpático con ella. Me levanté y fui a mi cuarto a por unas sábanas para hacer el sofá. Allí dormiría la anciana esta noche.
Sentí el frio parcial en el costado. Esta vez no estaba durmiendo. Era como si alguien me soplaba en el costado. Me toqué con la mano casi instintivamente.
03:30-
Escuché la silla de la anciana arrastrarse. Miré y ella se había levantado. Venía hasta mí para ayudarme a hacer la cama improvisada.
Me cogió de la mano y sus manos arrugadas y salpicada de pecas había cambiado. Tenía unas garras largas y afiladas y bellas oscuras que le subía por el brazo. Le miré aterrado a la cara y ella había cambiado. Orejas puntiagudas y morro largo y repleto de dientes afilados.
- Te dije que no abrieras la puerta a nadie a estas horas.- dijo. Su voz aterradora me hizo dar un paso atrás y tropecé con el sofá. Caí de espalda y ella se abalanzó hacia mí. sus garras se hincaban en mi cuerpo y me mordió en el costado. El mismo lugar donde me daba ese frío parcial.
- ¿Por qué? -Pude decir antes de…morir.  

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